Soy Tania una mamá que descubrió
que los recuerdos se pueden tocar.

Si me quieres conocer un poco más te diré que lo que más disfruto son las pequeñas cosas: el aroma del café por la mañana, acurrucarme en el sofá con una manta, darme un baño refrescante en el río de mi pueblo con mi gordita París, sentir las manos de mi querido maridín masajeándome, y que mi bebé venga corriendo destartaladamente a abrazarme cuando llego a casa. 

Son esos momentos sencillos los que realmente hacen que un lugar se sienta como hogar. 

Y si me preguntas que como empezó todo esto te diré que la maternidad tuvo la culpa. Llegó a mi vida hace poco mas de dos años con una gran sacudida de emociones, descubrimientos y una necesidad nueva: la de capturar para siempre cada instante de este viaje tan transformador.

Cuando esperaba a mi pequeño Aarón, quería recordarlo todo, sin dejar escapar ni un detalle.

Nunca antes había valorado tanto el poder de los recuerdos, ni había sentido esa necesidad tan profunda de quedarme más tiempo en ellos para saborearlos al máximo.

Así que decidí hacerme un reportaje fotográfico de mi embarazo, esperando que eso me ayudara a conservar el momento tan especial que estaba viviendo. Y sí, lo hizo.

Y entonces lo entendí que la fotografía tiene el poder de detener el tiempo, para siempre.

Así que no dudé y reservé también la sesión de recién nacido. No quería dejar escapar esos primeros días llenos de pequeños detalles que cambian tan rápido. Los quería conservar para siempre.

Esa necesidad de conservar mis propios recuerdos despertó en mí una inquietud que dio origen a este proyecto de fotografía de maternidad. Y así nació Late, como una forma de honrar la maternidad y acompañar a otras mujeres en uno de los momentos más trascendentales de sus vidas.

 Mi propósito, que otras familias pudieran atesorar su historia, tal como yo atesoro la mía.

La ilusión por este proyecto nació muy pronto, y supe que era el momento de dar un paso importante y comprarme mi primera cámara —de segunda mano, eso sí— con el esfuerzo que eso me suponía en ese momento. Y aquí me detengo, no puedo dejar pasar la oportunidad de agradecer a mi marido por creer en mí desde el primer minuto y apoyarme en todo, siempre, desde desmontar nuestro el salón de casa para hacerlo un estudio fotográfico, mover cielo y tierra para hacerme llegar el puff de recién nacido, como por plancharme las cortinas para la sesión de mañana. Eres lo más.

Retomamos historia.

 Siguiente paso: aprender fotografía. Me apunté a un curso donde aprendí la parte técnica, aunque pronto entendí que lo técnico se aprende, pero lo emocional… se siente o no se siente. 

Asi que empecé haciendo sesiones gratuitas para practicar, desarrollar mi estilo y aprender desde la experiencia. Mi entorno fue testigo de cómo algo nuevo nacía en mí con cada sesión. Y así, poco a poco, este sueño fue tomando forma.

Incluso mi madre quiso sumarse, apoyándome con sus manos de oro, creando ropa y atrezzo hechos a mano para las sesiones de los más pequeños.

Ella es quien me enseñó que la familia es ese refugio al que siempre puedes regresar, pase lo que pase y eso es lo más valioso que uno puede conservar. Quizá es por eso que, cuando entendí esto, me obsesioné con crear imágenes como parte del legado que dejaré el día de mañana a mi pequeño Aarón: imágenes que cuenten nuestra historia, a las que él pueda volver siempre que lo necesite. Fotografías que capturen no solo cómo éramos, sino también cómo vivíamos y cómo nos sentíamos.

Si estás leyendo esto, ya conoces un poco mas sobre mi y sobre la historia de como nació Late.  Mi proyecto bonito.

Y si estás aquí, puede que sea porque tu también quieras conservar tu historia, vuestra historia.

Así que no lo dudes. Reserva tu sesión. Lo agradecerás, como yo lo hice en su día.